Todo país necesita un China Town~

Ahí estaba otra vez ¡Un nuevo país, una nueva oportunidad! y por ende, no podía faltar una nueva casa de campo que construir. Mucha de su gente había llegado hasta allí y posiblemente muchos otros se unirían tarde o temprano, solo bastaba esperar para ver con orgullo cómo se trasladarían parte de sus costumbres, de su comida y su mercancía hasta ese remoto lugar del globo. Pero por lo pronto, el primer lugar ya se alzaba frente a él mostrando todo el esplendor de su milenaria cultura; desde el tradicional tejado o su piso de madera, el aroma de su comida, hasta los particulares adornos (cuya calidad no requería ser la mejor), todo reflejaba las maravillas de su país.

- ¡Aiyaa! Por fin está terminado aru – recorrió con su mirada la fachada del lugar -, es perfecto aru ¡totalmente perfecto! Ahora sólo queda esperar a la clientela aru.

Y sintiéndose orgulloso, mantuvo la mirada fija en el nombre del lugar: “El Chino Wu~”

Tras unos extensos minutos de observar su restaurante, una silueta desconocida llamó su atención a uno de sus costados. Se trataba de un lugareño de pie frente a la fachada. Por su rostro podía intuirlo, era precisamente lo que estaba esperando; el primer cliente.
- “Mejor entro a comer aquí”-. No necesitó oír más que esa simple frase para hacer reaccionar su alma de comerciante.

- ¡Bienvenido aru! – se acercó al posible cliente con una amable sonrisa y decidido a vender lo mejor del menú – si deseas comer algo delicioso, has venido al mejor lugar aru. Por favor, pasa y disfruta de nuestra comida tradicional aru.

Su mirada estaba fija, su sonrisa firme y su invitación al local era insistente, casi como un ataque en tres flancos.

- ¡¡Aiyaaa!!

Fue lo único que atinó a decir al notar su falta, ¡cómo era posible que no reconociera a uno de sus camaradas, una nación como él!. Se sintió algo avergonzado al comienzo, pero el sentimiento no duró demasiado y decidió compensar su descuido con el magnífico servicio que ofrecería; algunos descuentos y una que otra cortesía especial de la casa.

- ¡Señor México! ¡Por supuesto que lo recuerdo, disculpe mi descortesía aru! – respondió devolviendo una amable sonrisa – ¡Por favor, tenga el honor de entrar y disfrutar de nuestro servicio especial aru! – prosiguió, guiándole hacia la entrada.