Un helado y una paloma (privado)

En una plaza comercial, donde al parecer nadie se fija en nadie, todos van corriendo tan deprisa, él caminaba tranquilo por los pasillos, observaba los aparadores de las tiendas, ese día era domingo, descanzaba y le entro curiosidad de saber como era un lugar de esos, la vida en el campo le gustaba, pero cada vez que salía parecía que el mundo cambiaba y el se quedaba alejado de todo, los coches se le hacían extraños y ruidosos, prefería andar en bicicleta, creía que se olvidaron todos del placer de las cosas simples, de disfrutar despertarte en la mañana y los primeros rayos del sol.

El alboroto de la ciudad era casi una costumbre para ella, de hecho, al lado de Dinamarca aquellos sonidos simplemente le provocaban una ligera molestia, en cambio el danés solía provocarle jaquecas que realmente no quería nisiquiera recordar. Ingresó a una tienda de animales de peluche, siempre tubo una debilidad increible hacia estos, en especial a los conejos, atribuía este cariño a que le recordaban a su hermana en cierta manera. Exáminó todo lo que había en el aparador y para su fortuna la mayoría eran conejos. Pocos minutos después salió del local organizando un poco lo que llevaba.

Siguió caminando hasta llegar a donde estaba una tienda de peluches, quedo parado de pie al aparador, de entre todos los peluchos que había de diferentes, puso sus manos en los bolsillos del pantalon, dio un profundo suspiro, sus ojos se fijaron en un conejito enorme blanco con un moño rosa atado en su cuello, estaba apoyado en una de las esquinas del aparador, rodeado de pequeños conejitos de diferentes colores.

-Le compraré uno a mis hermanas.-se dijo entrando en el local, siente como su hombro choca con otro.-Disculpa, disculpa.

Por accidente choco con un "conocido", bueno, más que conocido era una nación que en alguna que otra ocación había encontrado en una conferencia y con quien había cruzado un par de palabras sobre asuntos económicos, en fin. Le saludó como si hubiese sido cualquier otro ser humano después de todo no hablaba demasiado, no era vecino directo entre otras tantas variables.

- Muevase y tenga cuidado- No lo dijo en un tono fuerte ni arisco ya que la mitad de la culpa del choque (por no decir toda) le correspondía.

Esa voz le resultaba muy familiar, estaba seguro que si era ella, la chica que siempre veía en las reuniones, la de pelo largo que siempre que caminaba su cabello despedia un aroma muy rico, en su rostro nunca cambiaba la expresión, y utilizaba un ogro para hacer callar a la danesa, era divertido ver esa situación, a veces las convención podía ser muy divertidas, pero si su mente regresa a lo que tiene que hacer, se inclino varias veces en señal de disculpa estaba muy apenado con ella por el accidente.

-Tienes razón perdoname.-le dijo, pero como no vio cambio en su rostro, casi le da el infarto y se disculpo.-Perdoname, perdoname, perdoname, perdoname.-dijo esto quinientas veces, que al final su cerebro función y le propuso.- En compesación por lo que hice, permitame invitarte un helado, anda acepta.

Tanta disculpa junta le pareció algo irritable a principio, pero bueno, algo había oído del contrario y era esa característica suya tan peculiar de disculparse entre otras cosas, además era una nación también y el tener un mínimo de educación era también parte de sus responsabilidad por lo que finalmente decidió dejar que lo hiciese.

-¿Terminó?- Cuestionó cuando finalizó con un tono lo más sereno posible. Luego de esto escuchó la propuesta de ucraniano mirándolo con desdén, no es que tuviera muchas cosas que hacer pero no solía salir con gente con quien mucho no convivía, además consideraba que no hacía falta semejante invitación después de todo solo había sido un pequeño accidente. Negó con la cabeza. -No, Gracias-