Chocolate en la lluvia (Lili)

No había recapacitado su respuesta hasta después, la cual me heló la sangre... ¿Un compañero de cuarto llamado Miguel? Eso definitivamente no era nombre de chica, claro que no. Intenté tranquilizarme, siempre había sido así con los amigos de Lili, no me gustaba que se juntaran demasiado con ella por temor a que le hicieran algo, pero compartir la habitación con un hombre era ya otra cosa. Pero no, no la iba a molestar con eso, lo hablaríamos más tarde.

-Amigos... hay varios que he conocido desde el año pasado, pero creo que Antonio es hasta ahora el único amigo nuevo que tengo- Su mano estaba fría, apreté un poco más la mía con la suya, aunque sea para que no se congelara. -Y que bien que no te haya molestado el atuendo que me acabo de poner, espero que más al rato deje de llover, sino, todos se van a matar en los pasillos- Cuando veía un charco de agua, movía a Lili para que no lo pisara, si le pasara algo, me daba un tiro.

-Me importas más tú que lo que me pase a mí, agradezco de todas formas la preocupación- Dije con una pequeña sonrisa. Seguimos caminando sin decir nada más, ya estando fuera pero cubiertos todavía por un poco de techo, nos dispusimos a dar vueltas por ahí. Fue rápido, pero pude notar como Lili pisaba un charco e inmediatamente estaba resbalándose. Como acto de reflejo, la tomé de la cintura y también caí contra el piso, pero dejándola a ella encima mío.

-¿Te encuentras bien?- Pregunté, mirándola con algo de preocupación.

-Estoy bien, no es nada- Realmente me sentía bien, no me dolía nada. La sensación de tristeza me invadió un poco, odiaba hacerla preocupar, yo deseaba que siempre fuera feliz, que nunca abandonara su habitual sonrisa, pero esto solo me hizo un nudo en la garganta. La abracé de vuelta, intentando tranquilizarla. -No fue nada... ya pasó...-

Minutos después, nos levantamos, se veía aún muy sensible. -Lili, me encuentro bien, por favor, no me gusta cuando te pones así...- Intentaba animarla, pero no sabía si estaba funcionando o no.

Cada palabra que decía era como una apuñalada al pecho ¿Por qué no podíamos disfrutar de un día normal sin tener que pasar por este tipo de situaciones? No sabía que decir... solo bastaba con la verdad.

-Estas equivocada... no conozco a ninguna persona que me cuidara cuando estaba enfermo... que me animara cuando me sentía deprimido, que cada vez que estaba de mal humor me hiciera sonreír, que cada vez que fallaba me animaba para superar mis errores... que me diera al menos una razón para quedarme aquí; eres tú Lili, nunca en la vida vuelvas a decir que eres inútil, mucho menos que no haces nada por mí- Volví a abrazarle, pero con fuerza, ahora yo era el que ocupaba algo que pudiera sostenerme en esos momentos.

Escuché todo lo que tenía que decir... la sensación de alivio me abrigó el pecho de una forma agradable y que no creí haber experimentado desde hace mucho tiempo.

-Siempre vamos a estar juntos, nunca dudes de ello Lili, tu también eres una persona muy importante para mí. La verdad es que, no sabría que pudo haber ocurrido conmigo de no conocerte- Otra sensación cálida pasó por mis manos cuando las besó, no hacía eso desde que éramos tan solo unos niños. Luego fue su sonrisa... a pesar de lo que estaba sintiendo, pudo arrancarme una de forma inconsciente, le di un beso en la frente, con todo el cariño que podía expresar en esos momentos.

-No tienes que agradecerme nada, contigo me basta para no ser infeliz- Sonreí, intentando no llorar frente a ella.

Gracias al cielo nos fuimos de ahí, la sensación de tristeza se iba con cada paso que ella me dirigía hasta, donde seguramente, se encontraba el lugar con más naturaleza en todo el instituto. Me sentía como en casa, rodeado de árboles y plantas, la humedad lograba traer recuerdos guardados desde hacía mucho tiempo. Nuevamente, la tranquilidad aparecía, y con ello, mi mente se aclaraba de forma más rápida. Con ella, todo era mi hogar.

-Es... bueno saber eso- Respondí con una sonrisa. Aún sentía los ojos un tanto vidriosos, era difícil escapar del sentimiento de la nostalgia. Me senté en el pasto, no pude aguantar y me terminé acostando ahí, hasta entonces recordé la presencia de la caja.

Cerré los ojos, pero con una sonrisa en la cara; a pesar de todo lo sucedido anteriormente, seguía insistiendo en que me iba a resfriar, y tal vez no fuera cierto, tal vez sí, pero realmente no me importaba en estos momentos, solo quería gozar de la tranquilidad y la compañia de Lili por un rato más.

Escuché su pregunta y me levanté un poco, un tanto sorprendido de que se diera cuenta en lo que hacía. -¿Viste la caja que me dio la cocinera hace rato? Estaba pensando en ella... me parece curioso- Tomé la caja y comencé a observarla para darme una idea de que demonios era, pero no ninguna idea se me atravesó en ese instante. La intriga era muy grande, sin embargo, aún cuando sabía que hacer, algo me detenía.

-Mis neuronas se encuentran perfectamente bien, gracias- Dije bromeando para de nuevo tomar la caja. Era cierto, por más que quisiera adivinar que rayos había dentro, la única opción era abrirla. Quité el listón delicadamente y levanté la tapa con cuidado. Dentro, se encontraban un par de cadenas, cada uno con una medalla diferente. Los dos eran de plata, una medalla tenía la forma de una cruz, pero era la mitad únicamente, ocurría lo mismo con la otra.

-¿Qué es esto?- Las junté, y curiosamente se unían a la perfección. ¿Por que me habían dado esto?

-No me gusta esto... agradezco que lo haya hecho, pero... no me siento cómodo aceptando este regalo- Sin embargo, Lili ya me la estaba poniendo, hasta entonces pude notar que estaba demasiado cerca y sentí caliente el rostro. ¿Por qué ocurría esto? Hacía muchos años que le conocía y siempre éramos cercanos en el sentido físico, sin embargo, esta era la primera vez que me llegaba a sentir de esta forma, no entendía porqué.

Fue un alivio que Lili se separara un poco, tuve que desviar un poco la mirada para tranquilizarme. Ví que todavía sostenía el collar.-Oye... déjame ponerte el tuyo- Me acerqué y moví delicadamente su pelo, una vez descubierto su cuello fue más fácil engancharlo. -Listo... te ves bien así-

-E-Estoy bien, es solo que el clima se volvió loco- Fue lo único que pude decir, y gracias al cielo que me escuchó, pues las nubes se estaban dispersando poco a poco, mostrando los rayos del sol. -No me gustan los cambios de clima- Lo que fue mi "salvación" ahora se fue en mi contra, un arma de de doble filo si me permiten decir.

-Sí, creo que aún tengo un paquete de chocolates, podemos dárselos luego de la comida, seguro ha de estar ocupada- Tomé la mitad de la cruz, observándola fijamente y los súbitos reflejos que emitía por los rayos. Justo a lado se encontraba la placa militar... tenía que aprovechar ese curso escolar.

Bastaba con ver su expresión para saber que no me había creído... siempre fui sincera con ella, tal vez era por eso que es tan difícil mentirle o que se me ocurriera un pretexto decente y al menos probable. Lili se levantó y extendió los brazos... muchos años sin que pudiera hacer ello, conocía ese lado suyo que jamás presentaba ante los otros, el soñador.

Continué sentado, no iba a molestarla en esos segundos que eran solo para ella. De forma graciosa, pude visualizar un cambio en el ambiente de puro reojo, algo blanco aparecía en el pasto; un conejo blanco. Lo miré con sorpresa, no esperaba a que un animalito se apareciera de la nada, caminaba cuidadosamente y de una forma extraña, nada natural para un animal. Al permanecer tranquilo, el conejo se acercó a unos setos con bayas, se levantó un poco sobre sus patas traseras y ahí vi la razón... una de sus patas estaba completamente roja, estaba herido.

-Lili... mira esto- Dije con cuidado y sin elevar mucho la voz.

Me levanté rápidamente, diablos, el conejito se veía muy mal. Me quité el abrigo y lo envolví con mucho cuidado, se encontraba casi congelado, y no podía permitir que otra persona lo viera, lo abandonarían a su suerte y con esa herida sencillamente era condenarlo a muerte.

-Toma tu abrigo... debemos movernos a la enfermería y conseguir vendas, pero antes que eso, limpiarle antes de que se infecte- En mi mente podía visualizar los pasillos del instituto, la zona estaría llena en nada y tiempo era lo que nos faltaba. Los salones de clase por lo general se encontraban solos, pero en ocasiones me tocaba ver a alumnos castigados haciendo sus labores ahí. -Pasemos por detrás de estos arbustos, enseguida está el pasillo que conduce para el auditorio y de ahí a la enfermería- Era lo único que se me ocurría, gritos estruendosos de personas se acercaban.